Rasgando las sombras
Rasgando las sombras, perezoso, sediento de luz.
Rasgando las sombras, atrapado por el dolor.
Entre las ruinas de la catedral derruida siglos antes por la ira incontenible de aquel que se hacía llamar Dios. Buscando a tientas, una sonrisa que me llevara de nuevo allí.
Se me había negado la muerte "Vagarás entre las sombras de la discordia, pedirás la muerte, pero se te negará. Tuyo será el reino que tanto ambicionabas", decía; no busco la muerte, tan sólo regresar.
El más puro silencio me rodea, silencio y soledad. Mis alas se quebraron con su última lágrima antes de desaparecer."Mío, siempre serás mío. Aunque ya no esté". El recuerdo de su blanca piel me quema las entrañas.
Negras son mis alas, mi ropa, mi alma. Quebrados están mis recuerdos, dispersos en la niebla del olvido que mis alas dejan atrás. Ya no puedo volar, se me negó la libertad. Pero, ¿Dónde ir si sólo hay sombra?
Rasgando las sombras de mi maldad.Sus ojos verdes me guían en las tinieblas, sus susurro me golpea sin cesar; se esconde entre las ruinas de la sepultada catedral. Súbitamente aparecen por detrás, atrapados en los cristales de luz sepulcral.
Vencer al sueño eterno con la mirada perdida. No es más que lo eterno el causante de tal dolor. Olvidadas quedan ya las sensaciones, el perfume de sus cabellos, el tacto a rosa de su piel. El amor que por ella sentía, olvidado también.
Rasgando las sombras, buscando sin saber qué. "Hallarás la eterna soledad entre las sombras, negras como todo tu ser; no es castigo lo que te impongo sino tu razón, no estás hecho para amar, ángel negro, pagarás mil veces tu traición".
Rasgando sombras con mis pies descalzos, magullando mi alma a cada paso. Las figuras que vigilan desde la oscuridad mi avance hacia ninguna parte; sigilosas, serpentean bajo mis pies; la Pena, la Clemencia y la venenosa Redención.
"Juro ante el vacío del abismo al que me arrojan, que jamás olvidaré el sabor de sus besos, ni el suave roce de sus labios. No olvidaré su dulce rostro ni su aroma mezclándose en mi piel. Niego también la traición de la que se me acusa; pues amor, amor en todas sus formas, tu voz aclama".
Recuerdos fugaces ante mis ojos pasan, su mirada en lágrimas antes de verme caer "Ángel negro" decía "nunca te olvidaré".
No soy más que una rosa que se deshoja, marchito bajo la oscuridad de mi negado amanecer. No soy más que tu siervo más fiel, pues puramente, como proclamas, amé.
De rodillas, bajo tu imagen callada, palpando tu rostro deformado por los horrores del tiempo, recé. "Sé que me escuchas aunque no hable. Fue mi amor esa traición que tanto daño te ha causado. Te vi llorar mientras caía. Te vi llorar de celos, pues yo, tu ángel preferido, el más hermoso, el más perfecto e igual a ti, yo que a tu lado siempre he estado; amé por encima de mí y muy por encima de ti a una de tus hijas que tomé por ángel; ángel tan puro y grácil como San Gabriel. Una hermosura tan perfecta que incluso yo me enamoré. Fueron tus celos de amor al hijo pródigo, lo que te llevaron a tal crimen cometer, que acusaste de traición al más fiel de tus vasallos, y de mis manos arrancaste a mi mujer. Pues te digo ahora, pues sé que me escuchas, que a ella más que amar, adoré; pues hija tuya no era, era hija de la Fe. Mas ahora te digo, que con mi corazón condeno tu ira, pue sin este corazón oscuro que un dios celoso me dio, podré vivir lejos de tus miradas, de tus palabras; y arrancaré con estas manos negras que tu amarga alma atormentada tantas veces adoró como suyas, una a una arrancaré las plumas de mis alas; para ser libre de tu sinrazón. Y ahora Dios atormentado, no supliques mi perdón, bajo los pies de tu figura, dejaré este corazón.Ya tu castigo no sirve, ni tu castigo, ni tu perdón; rezo para decirte, que a ella la quise más que a Vos".
- Cuenta la leyenda que un día, una luz la catedral iluminó y del cielo un hermoso ángel descendió. Una mujer de finos cabellos rubios, blanca piel y dulce mirada verde, bajo una escultura sus alas desplegó.
Mirando al cielo, con un corazón negro en sus manos, se arrodilló. Confusas con las lágrimas sus últimas palabras susurró. Y su dulce corazón blanco, con su espada atravesó.
"Dios que todo lo perdona, perdona a estos corazones que tanto se amaron. Ahora somos libres para amarnos, con nuestra sangre te pedimos perdón; pues dos corazones que se aman tanto, merecen tu compasión.
Nuestros corazones quedarán sepultados, pero el amor no, y nuestros latidos surgirán de nuevo, cuando se condene otro semejante amor".
El tiempo borró la historia, pero no todo se acabó. Pues cuando un amor imposible llora cerca de los dos corazones sepultados, laten al unísono; y en sueños todo se convierte en posible, pues en el mundo de los sueños donde los ángeles residen. Son los sueños los únicos que no pueden ser dominados, viven libres, ajenos a la realidad. En la luz de tus sueños viven los dos ángeles que se amaron tanto; y sin tus sueños no se pueden amar. No te olvides ni de los ángeles ni de los sueños, cada mañana al despertar.
Rasgando las sombras, atrapado por el dolor.
Entre las ruinas de la catedral derruida siglos antes por la ira incontenible de aquel que se hacía llamar Dios. Buscando a tientas, una sonrisa que me llevara de nuevo allí.
Se me había negado la muerte "Vagarás entre las sombras de la discordia, pedirás la muerte, pero se te negará. Tuyo será el reino que tanto ambicionabas", decía; no busco la muerte, tan sólo regresar.
El más puro silencio me rodea, silencio y soledad. Mis alas se quebraron con su última lágrima antes de desaparecer."Mío, siempre serás mío. Aunque ya no esté". El recuerdo de su blanca piel me quema las entrañas.
Negras son mis alas, mi ropa, mi alma. Quebrados están mis recuerdos, dispersos en la niebla del olvido que mis alas dejan atrás. Ya no puedo volar, se me negó la libertad. Pero, ¿Dónde ir si sólo hay sombra?
Rasgando las sombras de mi maldad.Sus ojos verdes me guían en las tinieblas, sus susurro me golpea sin cesar; se esconde entre las ruinas de la sepultada catedral. Súbitamente aparecen por detrás, atrapados en los cristales de luz sepulcral.
Vencer al sueño eterno con la mirada perdida. No es más que lo eterno el causante de tal dolor. Olvidadas quedan ya las sensaciones, el perfume de sus cabellos, el tacto a rosa de su piel. El amor que por ella sentía, olvidado también.
Rasgando las sombras, buscando sin saber qué. "Hallarás la eterna soledad entre las sombras, negras como todo tu ser; no es castigo lo que te impongo sino tu razón, no estás hecho para amar, ángel negro, pagarás mil veces tu traición".
Rasgando sombras con mis pies descalzos, magullando mi alma a cada paso. Las figuras que vigilan desde la oscuridad mi avance hacia ninguna parte; sigilosas, serpentean bajo mis pies; la Pena, la Clemencia y la venenosa Redención.
"Juro ante el vacío del abismo al que me arrojan, que jamás olvidaré el sabor de sus besos, ni el suave roce de sus labios. No olvidaré su dulce rostro ni su aroma mezclándose en mi piel. Niego también la traición de la que se me acusa; pues amor, amor en todas sus formas, tu voz aclama".
Recuerdos fugaces ante mis ojos pasan, su mirada en lágrimas antes de verme caer "Ángel negro" decía "nunca te olvidaré".
No soy más que una rosa que se deshoja, marchito bajo la oscuridad de mi negado amanecer. No soy más que tu siervo más fiel, pues puramente, como proclamas, amé.
De rodillas, bajo tu imagen callada, palpando tu rostro deformado por los horrores del tiempo, recé. "Sé que me escuchas aunque no hable. Fue mi amor esa traición que tanto daño te ha causado. Te vi llorar mientras caía. Te vi llorar de celos, pues yo, tu ángel preferido, el más hermoso, el más perfecto e igual a ti, yo que a tu lado siempre he estado; amé por encima de mí y muy por encima de ti a una de tus hijas que tomé por ángel; ángel tan puro y grácil como San Gabriel. Una hermosura tan perfecta que incluso yo me enamoré. Fueron tus celos de amor al hijo pródigo, lo que te llevaron a tal crimen cometer, que acusaste de traición al más fiel de tus vasallos, y de mis manos arrancaste a mi mujer. Pues te digo ahora, pues sé que me escuchas, que a ella más que amar, adoré; pues hija tuya no era, era hija de la Fe. Mas ahora te digo, que con mi corazón condeno tu ira, pue sin este corazón oscuro que un dios celoso me dio, podré vivir lejos de tus miradas, de tus palabras; y arrancaré con estas manos negras que tu amarga alma atormentada tantas veces adoró como suyas, una a una arrancaré las plumas de mis alas; para ser libre de tu sinrazón. Y ahora Dios atormentado, no supliques mi perdón, bajo los pies de tu figura, dejaré este corazón.Ya tu castigo no sirve, ni tu castigo, ni tu perdón; rezo para decirte, que a ella la quise más que a Vos".
- Cuenta la leyenda que un día, una luz la catedral iluminó y del cielo un hermoso ángel descendió. Una mujer de finos cabellos rubios, blanca piel y dulce mirada verde, bajo una escultura sus alas desplegó.
Mirando al cielo, con un corazón negro en sus manos, se arrodilló. Confusas con las lágrimas sus últimas palabras susurró. Y su dulce corazón blanco, con su espada atravesó.
"Dios que todo lo perdona, perdona a estos corazones que tanto se amaron. Ahora somos libres para amarnos, con nuestra sangre te pedimos perdón; pues dos corazones que se aman tanto, merecen tu compasión.
Nuestros corazones quedarán sepultados, pero el amor no, y nuestros latidos surgirán de nuevo, cuando se condene otro semejante amor".
El tiempo borró la historia, pero no todo se acabó. Pues cuando un amor imposible llora cerca de los dos corazones sepultados, laten al unísono; y en sueños todo se convierte en posible, pues en el mundo de los sueños donde los ángeles residen. Son los sueños los únicos que no pueden ser dominados, viven libres, ajenos a la realidad. En la luz de tus sueños viven los dos ángeles que se amaron tanto; y sin tus sueños no se pueden amar. No te olvides ni de los ángeles ni de los sueños, cada mañana al despertar.
0 comentarios