Blogia
Arika

Clásicos

Fragmentos de textos de Anacreonte (570 - 485 A.C)

Fragmentos de textos de Anacreonte (570 - 485 A.C) ¡Por los dioses! ¡Déjame beber!

¡Beber sin interrupción! Quiero enloquecer.

¡Toma tú las armas, yo bebo...!

Muchacho tráeme la copa.

Si he de yacer por tierra,

es mejor que sea embriagado que no muerto.
--------------------------
Canosas ya tengo las sienes

y blanquecina la cabeza,

pasó ya la graciosa juventud,

y tengo los dientes viejos;

del dulce vivir el tiempo

que me queda ya no es mucho.

Por eso sollozo a menudo,

estoy temeroso del Tártaro.

Pues es espantoso el abismo del Hades,

y amargo el abismo de bajada.

Seguro además

que el que ha descendido no vuelve.
--------------
Potrilla tracia, ¿por qué me miras

de reojo, y sin piedad me huyes,

y piensas que no sé nada sabio?

Ten por seguro que a ti muy bien

yo podría echarte el freno,

y con las riendas en la mano

dar vuelta a las lindes del estadio.

Pero ahora paces en los prados

y juegas con ágiles cabriolas,

porque ni tienes un jinete

experto en yeguas.

Calderón de la Barca (1600-1681). La vida es sueño.

..."Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más
aun más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser;
pues cuando es muerte el beber,
beben más, y desta suerte,
viendo que el ver me da muerte,
estoy muriendo por ver.
Pero véate yo y muera;
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte qué me diera.
Fuera, más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte; desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a un desdichado
es dar a un dichoso muerte."...

La décima musa

La décima musa Un igual a los dioses me parece
el hombre aquél que frente a ti se sienta,
de cerca y cuando dulcemente hablas
te escucha, y cuando ríes
seductora. Esto – no hay duda – hace
mi corazón volcar dentro del pecho.
Miro hacia ti un instante y de mi voz
ni un hilo ya me acude,
la lengua queda inerte y un sutil
fuego bajo la piel fluye ligero
y con mis ojos nada alcanzo a ver
y zumban mis oídos;
me desborda el sudor, toda me invade
un temblor, y más pálida me vuelvo
que la hierba. No falta – me parece –
mucho para estar muerta.